lunes, 30 de enero de 2012

Subvencionando la Fantasía

Sucede con frecuencia que cuando uno comienza a tomarse en serio cualquier campo intelectual, práctica o materia, o quizás ciencia, encuéntrase uno con las opiniones más enfrentadas y encontradas respecto a la manera de ver esta ciencia, campo o materia; sean o no adversas las maneras de reaccionar, siempre nos vamos a encontrar con esta clase de prejuicios y siempre nos vamos a ver envueltos en algunas discusiones y unos cuantos debates para probar que la ciencia, materia o campo es, en sí, valedero, y no realmente un frasco de inutilidad como muchos argumentan.

Esto sucede con mayor frecuencia mientras nos aproximamos a las llamadas Ciencias Humanísticas. Como filósofo (con f minúscula) y estudiante de varias de ellas, he llegado a encontrarme con las opiniones más enfrentadas respecto a lo que uno hace, dice o estudia, lo cual es bastante triste si nos ponemos a analizarlo; pero analizar el fanatismo y el prejuicio es una pérdida de tiempo en la gran mayoría de sus casos.

Dejemos de lado, para comenzar, a las opiniones fundadas en el fanatismo y el prejuicio, o quizás la opinión no demasiado objetiva; estas opiniones, estas sugestiones y estas ponencias están vacías de verdadera crítica, cuando más están diseñadas para dañar la integridad moral y la estima que se le tiene a la ciencia (también podríamos decir reputación) que para poder lograr un cambio productivo. Como toda violencia, es energía estéril que va en un solo sentido, buscando demoler sin construír nada de los restos.

Por el otro lado, lo que realmente alarma son las opiniones que realmente están basadas o fundadas en una arquitectura de la opinión, pero también hay que sospechar la fundación de estas opiniones, pues uno puede ordenar y adornar hermosamente las más pretensiosas palabras, haciendo una buena excusa de argumentación cuando la piedra fundacional sigue siendo el prejuicio.

Creo que es al pedo aclarar, como hice más arriba, que la opinión o la crítica basada en el prejuicio es una manera densa y torpe de opinar, sin reales bases ni tampoco con realización en la opinión. Una opinión puede cumplir dos funciones; ser un estímulo, un estigma de la realidad dentro de nuestros propios sistemas, que nos ayudan a comportarnos de una determinada manera frente al orígen de esa opinión; o enfrentarse a otras opiniones para la crítica constructiva, el consenso grupal o la construcción comunal.

La Filosofía, por el lado de la critica destructiva y sin olor, es vista por la masa sin construcción como una ciencia de excusas consecutivas, donde la propia construcción del pensamiento no vale la pena ni siquiera para poder construír nuestro propio mundo; son éstos herederos del llamado "conocimiento práctico", enseñándonos a nosotros, filósofos, que el mundo no está hecho para los etéreos, y que el mundo moderno mucho menos que antes; que vale mucho más saber cómo hacer fuego que porqué existe el fuego, y que siempre triunfará con orgullo la ciencia de la tecnocracia por sobre la ciencia del pensamiento. Es horroroso encontrarse con ese panorama, pero ahí está, esperando para encontrarnos cuando podemos y cuando queremos encontrarnos con él.

Es triste. Generalmente, el Filósofo (todo ser humano tiene el potencial para ser Filósofo, como todo estudiante de Filosofía, que comienza a ejercitar el pensamiento vivo, es un filósofo en mayor o menor medida) se exhibe como tal ante la sociedad, e inclusive en sociedades tan abiertas y no tan ásperas como la nuestra recibimos un trato como de locos mansos, como de pasivos que se la pasan estudiando, leyendo y pensando materialidad inútil, sin hacer realmente nada bueno con la vida que se nos ha otorgado. Es triste, porque el consentimiento que nos dan es el mismo que se le da a un niño pequeño cuando se ha atado bien los cordones, o la palmada en la cabeza que se le da a una mascota como cariño. Y genera un poco de indignación ser mirado por sobre la cabeza, cual mascota.

Hay que tener presentes una cosa, que muy pocos dimensionan; las actividades como ésta, como cualquier actividad a la que uno se dedique, no son cosas para mirar por abajo, o para menospreciar. Como bien dijo un Maestro mío, hace bastante tiempo ya, "si yo hago una cosa para mi vida, le estoy dando mi vida entera, el tiempo que tengo. El día de mañana, cuando sea más grande, voy a pensar "mierda, le entregué mi vida a esto? Tan mal lo hice que entregué mi vida por sectores, o entregué mi vida entera y no fue suficiente?" así uno puede mesurar un poco mejor su esfuerzo. Si vos le estás dando toda tu vida a una actividad, un estudio o algo que te guste hacer, entonces podés exigirte lo suficiente. Te va la vida en ello"

Volviendo a lo que nos compete; hablando de esto con una de mis mejores amigas, una periodista, coincidimos en un pensamiento único y más alarmante; el menospreciar la ciencia de pensar revela, justamente, la incapacidad de un pueblo (o lo que es más atroz, una generación) de reconocer la necesidad de pensar. Adoctrinados a ser herramientas vivientes por nuestro némesis conjunto, La Máquina, solo cuenta el aquí, el ahora y lo tangible, sin darle a los seres humanos las dimensiones que tanto hacen falta. Y en el proceso se pierde gran parte de, justamente, el humanismo; los picos de stress, las afecciones mentales diversas, las reacciones hiperviolentas hacia un determinado estrato social, la falta de visión periférica y la carencia de análisis hacen a una generación sin real futuro, pues el futuro no existe para alguien basado en el presente. No existe el futuro para la gente que consume, vive, come, ama y muere hoy. Solo existe el presente, y si mi presente es lo suficientemente lindo, no tiene porqué importarme el futuro.

Claro que es un pensamiento alarmante, claro que lo es. Es una de las revelaciones más horribles que existen, porque es vivenciar y darse cuenta de que, a pesar de la amplitud de recursos con la que contamos, pocos son los que pueden realmente hacer el canje bueno, considerando el futuro y no simplemente el presente.

Una cuestión aún más terrorífica despierta; el hecho de que La Máquina, consciente de ello, haya decidido dejar las ciencias humanísticas operantes tiene un sentido y uno solo; la eliminación sistemática de estas ciencias, por el olvido y el consenso común de que, justamente, la materialidad y practicidad son preponderantes del pensamiento. Es mucho más fácil vivir de rodillas que morir de pie, y es por eso que nos subvencionan la fantasía de creernos pensantes, cuerdos y conscientes, dándonos entornos seguros y pagos donde el academicismo se pudre en las bibliotecas y el pensamiento queda almacenado, estéril, en las facultades. La Máquina conoce que la represión o la eliminación directa haría que la ciencia del pensamiento vuelva a surgir; siempre se busca lo que se desconoce y siempre se redescubre lo que estaba olvidado. Lo más angustiante es darse cuenta de que, justamente, es La Máquina la que tiene visión del futuro, y no las generaciones de fábrica.

Los dejo con estas reflexiones, no alegres pero quizá un poco más espabilantes, y les repito que se alejen de la Nicotina. Muchas gracias.

jueves, 26 de enero de 2012

Esa Costilla Restringida

Es muy fácil hacer analogías bellas cuando uno tiene una linda biblioteca a la que recurrir, mentalmente o no, o simplemente cuando se tiene acceso a internet. Desde ambos puntos, o desde cualquiera, la fácil citabilidad que cualquier mito, historia (cierta o ficcional) u obra de arte nos proveen ayuda a que cualquier escrito, por intragable que sea, termine siendo agradable a los ojos de cualquiera. Después de todo, gran parte de la mecánica de los mitos, la historia y el arte se basa en los signos, la identidad de los íconos y en imágenes, pinceladas nuevamente con cada vez que se las cuenta. Me siento feliz al saber que la nebulosa de la oralidad no se ha perdido, puesto que de vez en cuando y de cuando en vez, la reimpresión (alegórica o no) de todo esto hace perder y generar, nuevamente, miles de detalles que antes no estaban ahí, o que de hecho no están más ahí.

Redundando un poco sobre los temas, he de abordar un núcleo conceptual que, creo, me acompañará toda mi vida; las mujeres. Y sin temor al sexismo ni el fanatismo respecto a cualquiera sea el punto de vista del que se vea este texto, temo, solamente, quedarme corto con las explicaciones, ni tampoco con las imágenes mentales que puedo suscitar. Sepan disculpar, preguntar o putear si algo no les quedó claro.

Como las mentes más vivaces habrán adivinado, el título de este artículo hace referencia al mito cristiano del orígen de la mujer, quizá el mito más difundido a lo largo de todo nuestro vasto planeta, con sus vastas culturas. Si bien puede ser un poco infantil, no deja de resultar útil hacer la observación que este mito conlleva; la necesidad de sacar a la mujer desde la sustancia misma del hombre, como si ella misma no fuera digna o capaz de la génesis que el Dios hizo sobre el hombre, como si fuera un artículo, un hueso, una parte del hombre; una parte necesaria, pero solamente una parte. Es triste que gran parte de la historia ésta sea la interpretación que se haya tenido de tan gráciles seres como son las mujeres; triste y abrupto el ser consciente de que todavía es de gran aceptación en muchísimas partes.

Avanzando más sobre la mitología del Génesis siguen habiendo grandes desafíos y afrontas a las mujeres, la más horrenda, quizá, sea el hecho de que la que estuvo tentada en primer lugar, y el orígen del horroroso pecado original no haya sido sino la primera mujer, culpable de la acusación del hombre. Claro está, los hombres primigenios eran inocentes al punto de la idiotez, pero esto de poco sirve; este asidero argumental ha servido de atolladero para, también, moverse despóticamente en ámbitos de mujeres.

Pero dejemos de lado un poco la mitología cristiana, tan cruenta y horrorosa en ciertos puntos, tan divertida y fascinante en otros. Me gustaría hacer una observación más en otras culturas respecto al papel de las mujeres delante de su propio papel en la humanidad. Si bien es cierto que mujeres en la antigüedad no fueron bendecidas con el reconocimiento que debían tener, o les era otorgado el reconocimiento en cuanto error u horror representaban, esa es sólo la historia que los hombres han dejado que sobreviva, y el hombre, en cuanto y en tanto se pone sexista, puede llegar a ser una bestia horrorosa de ácida renuencia. No por nada existen hoy por hoy hombres que escriben nuestra historia y solo siguen imprimiendo nombres de hombres.

Hay detalles curiosos respecto a la mujer, desperdigados a lo largo de la historia. Dejando de lado la más básica necesidad de reproducirse y dejar legado en la estirpe de su simiente, causa gracia ver las maneras y los modos en que hombres y mujeres han inventado métodos para alejar a la mujer de toda posible evolución, tanto mental como espiritual, y cómo estos cauces, conservados en algunas culturas, fueron castrados cruelmente en cuanto fueron hallados, de la misma manera de que se pisotea la cizaña de la rebelión naciente. Algunos cráneos aplastados por aquí, otras dosis de tortura y persecución, coronadas junto al escarnio público y violá! Tenemos mujeres totalmente encerradas, trabajando toda su vida al punto de quebrarse en mil pedazos, sin tener una sola chance desde el principio, simplemente por haber nacido con un sexo definido y no el otro, el dominante.

Me estoy volviendo aburrido citando casos que todos conocemos. Prosigo;

Me resulta cómodo irme a otros campos, los campos que no se ven tan claramente en algunos lugares, puesto que la violencia, la rigidez de los cadáveres y el rojo de la sangre atraen mucho más la atención que otras vertientes, quizás más intelectuales, quizás más espirituales. No lo sé. Solo sé que, cuando se habla de una diferencia de sexos, indiscutiblemente la propia genitalidad del hombre (como género) queda atada y abrochada a la cuestión que se debate.

Los mitos son, quizás, los cuadros que cualquier cultura pinta (toda cultura tiene, en su cuna, una tonelada de mitos, pequeños o grandes), que terminan siendo más auténticos que lo que los hombres llaman arte, e inclusive a veces, más artístico. Vamos a repasar rápidamente algunas mujeres en los mitos.

Existieron mitos ampliamente dinfundidos respecto a la importancia y la soberanía de la mujer en ciertos aspectos que, como en casi todas las culturas de la tierra, tenían sus paralelos en otras naciones, entre otras gentes, en otras latitudes. Los griegos, por ejemplo, daban gran importancia a las mujeres y les atribuían, por ejemplo, cualidades como el misticismo, la credulidad, la inocencia, la belleza pura, la sabiduría y la constancia. En la milenaria India, la Diosa más aborrecible, Kali, hacía parir una estirpe de asesinos ahorcadores, los thugs, que durarían hasta bien entrada la colonización británica; Las Eddas, sin embargo, rescatan algunas cualidades mencionables; la temperancia quizás sea la más noble. El registro árabe más hermoso nos llega desde dos vertientes mencionables; El Corán y su lírica maravillosa, junto al relato de las Mil Noches y Una Noche, repleto de mujeres ampliamente respetadas, que a veces son caracterizadas como la ruina de los hombres, o a veces como verdaderas deidades. Las tribus de África nos hablaban de mujeres mansas y mujeres que eran Amas y Maestras de la vida, del arte de sanar, de la herboristería. En gran parte de Asia, la mujer era retratada como un objeto delicado que podía ser tocado por pocos, que debía subordinarse al hombre en tanto y en cuanto existiera el mutuo respeto (recordemos el lugar que estos pueblos daban y dieron al honor). Por el otro lado, las mujeres aparecen como Madres, Grandes Madres de hecho, en las Veddas nórdicas, y como terribles tempestades en leyendas populares de Europa del Este; recordemos, por solo mencionar a una mujer mitológica eslava, a la siniestra Baba Yaga.

Los pueblos americanos, variados como eran, no tenían una sola concepción de la mujer; por decir alguna generalidad, podría citar los grandes matriarcados que, según decían la historia de varios pueblos, habían existido muchísimo tiempo antes; de las horas horrorosas con las que contaba una mujer en los días de la sangre, y de la amplia libertad de expresión y la capacidad de amar que tenían estos pueblos, además de la labor, ardua y pesada, de la que no se quejaban jamás.

Existe un elemento que persiste a lo largo de toda la historia mitológica de la mujer, más a pesar de otros que también se repiten. Generalmente, se habla de demonios (por ponerle un nombre común a entes evidentemente malévolos de los mitos) que adoptan forma de mujer, o que eran mujeres en su génesis, que son la ruina del hombre, que no pueden ser superados o que están rodeados de los círculos concéntricos de la tentación; recordemos, por solo mencionar a dos, la génesis del súcubo, o el relato que cuenta Sherezada respecto al demonio con cabeza de chacal que devoraba muertos, similar a los Gules. Por otro lado, también está bien pintado el papel de Madre, un papel que ningún pueblo ha negado jamás; las Dioses que representan la Maternidad (no la fecundidad; ojito con confundirse) son generosas, ampliamente amorosas y despliegan todo ese calor materno que cualquier persona con madre conoce y, sabe, es amor único de una manera única. También, y esto es cierto, se les atribuye generalmente la paciencia y la estrategia, la astucia y la inteligencia, además de darles un carácter místico que muy pocas veces se hace claro. Basta citar los grandes cultos repletos de Sacerdotisas que abarcaron nuestro mundo y disfrutaron de un reinado prematuro y fugaz.

Sin embargo, el elemento que más me gusta y que más persiste es, justamente, el de la belleza. Está bien que con los estándares de belleza altos, el resto de los papeles o valores que se le asignaban a la mujer en el resto de las historias fuera ampliamente aceptable; es más fácil ser tentado por un demonio bello que por un demonio horrible, así como es más fácil reconocer en una mujer bella a la madre que en una mujer fea, o hacer más noble una labor, o atribuírle inteligencia a la belleza, o belleza a la inteligencia. Podría decirse que la belleza era relativa, en tanto y en cuanto sirve como catalizador y caldo de cultivo para el resto de los valores. El idealismo es evidente en los mitos; pero belleza siempre significó cierta nobleza entre los pueblos antiguos, y el hecho de que lo noble era digno de adoración quedaba fuera de la cuestión.

Otra idea se me antoja, en este momento y respecto de la belleza; la historia queda plasmada siempre dependiendo de qué labios parta la voz, o de qué pluma es la que escribe; y la historia, en especial la antigua, ha sido ampliamente difundida por hombres, y jamás por mujeres, o en su defecto, casi nunca; de esta manera, y a pesar de que la homosexualidad sea un elemento permanente y paralelo a la historia de la humanidad, podemos suponer que la exaltación de la belleza femenina deviene de la conclusión lógica. Quizás inclusive los mitos hayan sido pensados para generar hombres propensos a procrear, o mujeres propensas a la traición, a la belleza, a la maternidad, a la astucia.

Sin embargo, el ojo avisor nos advierte; al que somete no le conviene avivar giles, sin por eso darles el opio necesario para que amen lo que hacen. La palabra es a veces la cadena más fuerte con la cuentan los hombres; y llenando a sus mujeres de bellas palabras (que son hermosas, que son astutas, que son laboriosas) probablemente logren que se queden en sus cocinas, en sus camas y en sus casas, cuidando los niños, con mayor facilidad que con el azote físico y mental. De hecho, puede ser una forma de violencia de la que el usuario siquiera esté enterado. Como toda cuestión cultural y masiva, cuenta con el efecto de la bola de nieve.

Es gracioso. Aún hoy, uno busca belleza, hermoso o cualquier otro adjetivo que exalte la hermosura y las primeras cinco páginas de imágenes son de mujeres (descontando otras cosas no humanas), con toda seguridad. La mujer está tan colocada mundialmente en el centro del escenario de la belleza, que es casi imposible darlas vuelta, ponerlas en un lugar de igualidad.

Sin embargo, quisiera terminar este texto, que probablemente proseguirá más adelante, con un pequeño llamado de atención a mis queridas lectoras (si es que tengo alguna). He notado, a medida que mi poder de observación ha crecido y ha crecido mi concepción de cosmos, que las mujeres, tristemente, han terminado por creer en la mentira de hombres y mujeres del pasado; y así se manejan, haciendo, diciendo y comportándose con lo que está bien, con lo que la gente espera de ellas y cómo se lo espera; doblegándose con la mensedumbre del ganado ante los pedidos populares, y la mujer no puede dejar de estar en ese lugar, construído en miles de años de historia. Es triste, porque de ser humano a ser humano, existen momentos en los que realmente quisiera que varias mujeres que conozco fueran capaces de hacer, decir o cambiar ciertas cosas que parecen más molestarme a mí que a ellas. Y donde yo veo falta de libertad o de elección, a veces ellas no ven nada, o a veces ellas lo ven y deciden no hacer nada.

Mujer, mujeres, mujercitas. Todos venimos de entre sus piernas. Todos las amamos. Son, en verdad, la simbología universal para definir a la belleza; pues es en la mujer que el género humano alcanza su punto más alto, más dulce, quizás más apacible. A veces quisiera que pudieran sacudirse esas cadenas que tienen encima, o que simplemente supieran o se dieran cuenta de que existen otras posiblidades ahí afuera.

Personalmente, me encanta representar todo con palabras, y las mujeres rodean mis escritos y lo hacen porque las amo, amo su género y todo lo que son y, más que nada, creo que me atraen tanto por ese viejo y oscuro misticismo que se les ha adjudicado, en parte, y porque el enigma de su mente me resulta irresoluble, en otra parte. Despierten a la vida y no vayan de un extremo a otro; simplemente sean conscientes, sean libres, o traten de serlo en el márgen que puedan; pero siempre, siempre cuenten con su márgen, SU propio márgen, sin la ayuda de ningún otro ser humano.

Rosario fue una ciudad, y además fue una mujer, que me vio crecer y me amó como una madre ama a su hijo; Córdoba me ha recibido con asco al principio, pero ahora me recibe, lujuriosa, de brazos abiertos; mi musa cambiante también tiene la faz de una mujer, y creería que todas las personas que son importantes en este punto de mi vida son mujeres, o tienen, al menos, una faceta encontrada en su personalidad a la que se le podría dar el carácter de femenino.

Gracias por existir, mujeres, féminas, musas, ciudades; belleza, inteligencia, maternidad; hermanas, amantes, ancianas. Son todo eso y más; sépanlo, si no lo sabían ya. No se piensen en tres dimensiones; habiten las dimensiones de supuesto y del legado, de la trascendencia y la ascendencia, de la descendencia y de la fantasía. Son los seres más adecuados para hacerlo.

No voy a decirles que se alejen de la nicotina, porque sería estúpido.

sábado, 21 de enero de 2012

Educabilidad del Usuario

El escritor que necesita escribir tiene en su cabeza miles de cosas. El pensamiento como consecuencia y el análisis crítico y sistemático del porqué surgen tales cosas en el comportamiento humano, o quizás preguntas un poco más simples en esencia pero de igual dificultad (porqué el cielo es azul, por ejemplo) surgen cual burbujas efervescen en cualquier bebida de vuestro gusto. No es necesario ser más despierto, más inteligente o más temperamental o voluntarioso; tan solo basta un gramo de curiosidad.

Como decía Isaac Asimov en su 'Introducción a la Ciencia', el último Julio Verne con el que contó la humanidad hasta el momento, "Al principio, solo hubo curiosidad", y expone en su propio prólogo que el impulso más innato de cualquier forma de vida, carente o no de inteligencia reconocible, es la curiosidad.

Hoy, y a partir de ciertas cadenas de eventos que se han desarrollado en el mundo respecto a la libertad, la censura y la restricción en un medio mas o menos neutral como venía siendo Internet, se me han despertado un par de conclusiones y unas cuantas preguntas; por supuesto, Internet es un fenómeno tan complejo y hermosamente complicado que podría escribir de él hasta mi muerte, pero prefiero no transformarme en un Biógrafo de este fenómeno sino dejar escritas las palabras que son de mi agrado compartir.

Primero que nada me gustaría hablar sobre la cuestión que creo más elemental en este quid, es decir, la credibilidad de la palabra. El conocimiento, o mejor dicho, la educación de un hombre, está dado por la credibilidad de su palabra. Ciertos rasgos culturales, ciertos preconceptos sociales y ciertos guiños estéticos hacen de un hombre, a simple vista o a oído desnudo, más o menos educado. Claro está que son preconceptos que de a poco uno se va deshaciendo, después de todo, existen miles de personas que no conocemos personalmente y sin embargo creemos en su palabra, en su conocimiento, en su educación (sin ir más lejos, pensar en casos aplicables en cualquier medio periodístico). Más que nada, acá hablamos de la aprobación del lector, el receptor, del escritor, el emisor.

Qué es lo que logra esa aprobación? Si lo tenemos delante, tendría que ser una persona que nos resulte agradeble, cuando menos atractiva, y no estoy implicando con esto ninguna clase de característica sexual, sino atractiva en el sentido de que nos sentimos bien alrededor de esa persona, o al menos, nos hace picar esa cosquilla inrascable, la curiosidad. Los parámetros a cómo esa persona tendría que ser, vestirse, hablar, moverse, varían con las culturas y las personas, pero generalmente apuntan a un status quo de viejo literato, o al menos, como dirían nuestras bisabuelas, de "gente bien".

Pero no basta eso. No basta estar encajonado bien en el propio disfraz de académico, ni moverse como tal, ni sonar como cual. Ahí empieza la verdadera acción, de los verdaderos literatos, los verdaderos académicos; es lo que dicen y lo que nos moviliza, la manera en que hacen picar nuestra curiosidad si es que no entendimos algo de lo que han dicho, o quizás la manera en la que mueven los conceptos que tenemos en nuestra cabeza y los hacen seguir pareciendo lindos, cuando nunca habíamos pensado en esa posibilidad antes.

Una cuestión que me resulta extremadamente triste, pero que es parte de ese mundo viejo que poco a poco se está transformando en el nuevo, es la cuestión de las menciones, que es parte del disfraz. Dentro del disfraz está la manera de definirse, de decir "yo soy", cuando es un asunto que debería pasar por uno mismo y no por el juicio de terceros. Uno dice "Soy Licenciado en Astronomía", como si ese título fuera la única manera de definirse, y es triste que la humanidad de un literato quede reducida a todo eso. Un Licenciado en Astronomía que se define como tal parece estar diciéndonos, en cambio, "He pasado por muchos años de estudio duro, he sido aprobados por viejos profesionales de la misma ciencia y he conseguido el bendito papel firmado, que establece que mis conocimientos son valederos". Y aquí toco el punto al que, justamente, quería arribar; la certificación y la sistematización del conocimiento humano.

Es chistoso. Como bien decía el propio Asimov, la gente no disfrutaba de aprender antes porque, de una manera u otra, nos daban un conocimiento homogeneizado que no nos servía verdaderamente, o que nos servía a medias y sin excusas. A lo que me refiero; la educación como libro de cocina no sirve, de tanto y en cuando no todos somos iguales. Una vez admitida la diferencia básica y evidente que nos distingue como seres humanos, resulta injusto, e inclusive absurdos, que generaciones enteras de docentes nos hayan preparado de la misma manera, como si fuéramos pollos a ser adobados; pero un pollo es más largo, otro más chico, otro ni siquiera parece un pollo. Y sin embargo el maestro, como buena pieza de engranaje de la Máquina, adoba y adoba arreglándoselas como pueda para que el pollo en cuestión entre en el molde.

No me quiero extender criticando la vieja pedagogía de la que la gran mayoría de nosotros somos hijos; ese es un trabajo que se ha hecho ya antes, y de manera bastante bella, así que prefiero continuar. Ante cualquier duda, recuerden The Wall.

La Certificación y la Sistematización del conocimiento humano, como otra pieza más de la Máquina, fueron adaptados para ser dictados de una manera A, escuchados de una manera B y expuestos, más tarde, de una manera C. Es ridículo pensar en encajonar el concepto y el conocimiento, pues si bien el conocimiento puede ser enciclopédico y ser cuantificado y cualificado, no es lo mismo el conocimiento que tiene asentamiento básico escrito (sea virtual o físicamente), que el conocimiento habido y por haber en la cabeza de un hombre. A lo que me refiero; un profesional puede haber aprendido a efectuar X proceso, siguiendo las premisas que sus maestros y libros le han dicho, pero el proceso por el cual este profesional realiza ese proceso X es único e irrepetible, y se perderá con su muerte. Tomemos como ejemplo a dos estudiantes de medicina, Jorge y Laura, quienes tienen que efectuar la vivisección de una rana. Jorge efectúa la vivisección con pulso tembloroso y de manera algo lenta, pues tiene un feo recuerdo de la adolescencia que involucra una rana; por el otro lado, Laura realiza el proceso realmente rápido, pues asemeja en su cabeza a la rana con cómo destrozaba sus muñecas de chica.

Entonces, decía, vemos como el conocimiento en sí (el proceso) se mantiene estéril y símil en los libros, y cuando se busca aplicarlo, en dos diferentes sujetos, obtenemos dos procesos similares, sí, pero no iguales.

Justamente lo que se busca con esta certificación sistemática del conocimiento es lograr esto; conseguir profesionales símiles y estériles, que perpetuen su ciencia en la posteridad y que dejen su libre albedrío, su inventiva y su originalidad para sus ratos libres, pero nunca, jamás de los jamases, en sus espacios de trabajo.

Cualquiera que se detenga dos minutos a pensar en esto podrá percatarse que el límite entre conocimiento aplicado (el que está dentro de la cabeza de un hombre y cómo éste lo utiliza) y conocimiento estacionado (el asentado en medios inhumanos, es decir, registros escritos o similares) se hace mucho más nebuloso y difícil de distinguir en cuanto nos alejamos de las llamadas Ciencias Duras y nos metemos en las denominadas Ciencias Humanas o Humanísticas, y no debería sorprendernos.

Retomando un poco respecto a lo que es la Certificación del conocimiento, hoy mismo podemos meternos en el fenómeno que está ocurriendo globalmente, en todas partes del mundo, y darnos cuenta que está sufriendo un proceso de complementación por parte de la llamada Educación No Formal, o Auto-educación, que brindan todas estas TICs que nos rodean, asimismo como la ya arraigada (y con fuerza) Wikipedia, la única enciclopedia humana que contiene mayor número de conocimiento, en múltiples idiomas, disponible sin tener que pagar un peso en cualquier terminal del mundo, a cualquier hora. Esto es muchísimo más práctico y, de hecho, más rápido; pues el propio hombre, al tener el conocimiento servido en bandeja, puede elegir, como si se hallara en un buffet, qué conocimiento va a devorar. Como decía Asimov, una vez más, nadie quiere lo que está obligado a comer, como varios de nosotros detestábamos las verduras que nos servían de chico, y nadie quiere lo que está obligado a aprender, al menos no todo. Con esta clase de difusión y accesibilidad del conocimiento, este límite se rompe, pues sin ninguna clase de subsidio, cualquiera puede acceder a devorar el conocimiento que quiera, sin restricciones y sin ninguna clase de problema.

Queda, entonces, la pregunta básica; es este conocimiento gratis, masivo y autoaplicable, valedero del conocimiento de certificación? Cuándo un conocimiento es válido, cuándo un aprendizaje es aplicable, y cuándo solo sirve como muleta o complemento?

Hasta ahora solamente he analizado los eventos, que son prácticamente indiscutibles, a los que se ve sometida la humanidad a la que le ha tocado convivir este sector histórico de cambio y recambio. He aquí mi opinión del asunto;

Creo firmemente que todo conocimiento es válido y, lo más importante, que todo conocimiento debería ser respetado, y jamás censurado. Hay un dicho que dice "que feo sería el bosque si solo cantaran los pájaros de bellos trinos", y creo lo mismo con cualquier clase de conocimiento, cualquiera sea, pues siempre es aprovechable, aún los que no lo parecen; y los que no son para nosotros, lo son para otros. La censura al conocimiento es la peor de las violencias, pues si nos ponemos a pensar, el conocimiento o la sabiduría humana, en toda su vastedad, son concepciones del mundo, del universo o de uno mismo, que a veces quiere decir lo mismo. Y es por el conocimiento mismo que nos movemos como nos movemos, cómo hablamos y cómo comparecemos ante nosotros mismos, a lo largo de toda nuestra vida. Podés llamarlo carácter, podés llamarlo cultura, podés llamarlo arte, podés llamarlo de todas las maneras que quieras, pero al fin y al cabo, el conocimiento es el que te da las herramientas más primordiales con las cuales navegamos por el mundo. Sin él, un hombre es apenas una partícula más en el desierto, pues queda estéril y sin movimiento, ni dirección. Vayan a las cosas más básicas y se van a dar cuenta; sabemos cómo pararnos, como vestirnos, como comer, como respirar, como cantar, como ver.

Creo, asimismo, que la certificación del conocimiento es parte de la Máquina, el némesis humano por excelencia, y que vivimos en una época en que el conocimiento aplicado a nosotros mismos y por nosotros mismos terminará devorando a la Máquina, como si de óxido se tratase. La sistematización profesional es una correspondencia a una Sociedad que está dejando poco a poco de existir; y cuando el último de los Dinosaurios haya caído, el conocimiento, libre de tantas cadenas, trabas y baches en el camino, volverá a ser esa cuestión tan mágica que se perdió hace tanto tiempo. Y los títulos, que no son más que otra manera de designarnos a nosotros mismos, volverán a ser menciones alegres, facetas, y no personalidades o identidades. Y ya no tendremos miedo, ni siquiera duda, de decir, al aprender a dibujar "Soy dibujante", ni tampoco cosas como "Soy estudiante de Astronomía", cuando ya sos astrónomo en la mínima partícula de conocimiento que tenés adentro, y que te empuja a seguir conociendo.

Como siempre, mis queridos lectores, aléjense de la Nicotina y disfruten del conocimiento. Es una de las virtudes más hermosas con las que todo hombre cuenta.


viernes, 6 de enero de 2012

El Honor y La Inocencia

Revisando fuentes históricas uno encuentra escenarios que harían desternillar de la risa a Groucho Marx, o quizás llorar a Gengis Khan. Nunca lo sabremos, así como no estamos seguros de la inmortalidad del cangrejo, o de que Lovecraft tuviera en su posesión alucinógenos, o que la gente de Hiroshima sean excelentes actores.

Vamos a ir por partes, como siempre, y nos vamos a detener en la escenificación del evento (la idea) valiéndonos de dos hipotéticos personajes que, con la gracia de la facilidad de palabra, crearemos mediante este sencillo acto; uno será el Maestro, a quien llamaremos Luis y enseñará historia de primaria, y el otro será Rodolfito, apodado Merengue por sus compañeros debido a una anécdota que no viene al caso.

Luis es un Maestro de los viejos, que ama dar clase y ama la historia. Tiene una mentalidad gentil pero inflexible, y recuerda los detalles de la parte de la historia que le tocó contar al pie de la letra; sabe cuánto calzaba San Martín e inclusive cual era la contraseña que usaba Sarmiento para entrar en los burdeles. Pero obviamente por lo que los niños lo recuerdan es por su exactitud con las fechas, cosa que cualquier niño detesta o rechaza por naturaleza. Es consecuencia de las matemáticas y su enseñanza rígida y poco aprehensible que los números, cualquier fuera su forma, nos aborrezcan de pequeños.

Merengue, por el otro lado, es un chico ocurrente como todo pícaro en esta historias, con al suficiente determinación como para contestarle al maestro y el sentido de ubicación como para dejar al Maestro bien parado, dentro de su pequeño esquema de "yo soy la urna que tu has de llenar". Sin embargo, no por eso Merengue (o Merenguito) deja de ser niño, deja de ser feliz, deja de se travieso, transgresor, alegre y triste, y todas esas cosas que son los niños.

Hete aquí que Merenguito no ha cumplido sus deberes y ha de quedarse un tiempo más en el aula con Luis, repasando la lección. De hecho, la vuelta de obligado es un evento lejano para nosotros y es sumamente recordable, pero carece de toda pasión para Merenguito.

En un determinado momento en que Luis hace una pausa y Merenguito cree posible hablar, hace una pregunta como para interrumpir la lección, más que para dañar la doxa de su docente:

-Profe, cómo sabe que todo esto pasó?-
-Cómo?- pregunta Luis, herido en su orgullo más niño.
-Claro. Todo esto que usted nos cuenta pasó hace un montonazo de años. Usted no había nacido todavía, no?-
-Claro que no, Rodolfo- dice con el tono más paternalista que le es posible
-Entonces como puede asegurar que las cosas salieron como usted dice que salieron?-
-Es muy sencillo, Rodolfo. Existe gente que escribe las cosas que pasan, las que están pasando ahora mismo, al pie de la letra. Gracias a ellos, los Historiadores, es que sabemos cómo pasaron las cosas-
-Si profe, eso lo entiendo, pero no me gusta. Es decir, imagínese esto; yo todos los fines de semana voy a ver a los chicos de La Barriada, que juegan al futbol. Cuando comentamos desde la tarima cómo va el partido, siempre queremos que ganen ellos, y no otros. Si le tengo que contar el partido yo, no va a ser lo mismo que si se lo cuenta alguien de otro cuadro-
-Si, eso es muy cierto y muy maduro de tu parte el haberte dado cuenta- dice Luis, pensando que tiene la sartén por el mango -Eso se llama determinismo histórico; quiere decir que una mayoría decide, entre todos, cómo fue que realmente pasaron las cosas, o se elige una versión de tu partido contada por gente de muchos clubes. Así se logra contar una historia más o menos justa-
-Pero profe... igualmente van a haber clubes más chicos, cuadros o juntadas de chicos que son menos, y que no van a estar en la mayoría-
-Siempre existen esos, y sus historias son recogidas por recopiladores o se pierden- dice Luis, cansado de verse derrotado.
Hay un rato de silencio mientras ambos meditan; Luis, en cómo remontarla, Merenguito, en ver si puede irse de una vez por todas.
-Aunque hay algunas cuestiones que son innegables- dice Luis.
-Qué cuestiones, profe?-
-Por ejemplo, el sacrificio del Sargento Cabral para salvarlo a San Martín. Esa es una historia que vale ser recordada.-
-Pero cómo sabemos que pasó así?-
-Hay que confiar en lo que nos dejaron escrito, Rodolfo-
-Mi papá dice que los diarios mienten todo el tiempo - dice Merenguito, creyendo encontrar una piedra fundamental en el zapato de Luis -Usted dijo que hay gente que escribe todo el tiempo lo que está pasando. Los diarios salen todos los días, así que ellos son los que escriben la historia del día a día. Entonces, la historia que van a aprender los chicos en el futuro van a ser mentiras?-
-Bueno Rodolfo, pero eso...-
-Y si los diarios de la época de Cabral y San Martín también mentían?-
Luis se queda callado, pero se sonríe, sintiéndose ganar en sus adentros; Rodolfo es demasiado chico para explicarle el subjetivismo histórico y sus vertientes, o cómo tantas versiones de una misma historia pueden coexistir.
-Andate a tu casa, Rodolfo- dice, triunfante -Te lo ganaste-

Ambos se retiran, obviamente hinchados de la felicidad de los campeones; uno, del conocimiento, el otro, de la picardía que le permitió llegar a ver El Zorro a su casa a horario.


Sin embargo, este texto no termina acá. Me gustaría explayar un par de puntos más sin valerme de más personajes.
La historia del Sargento Cabral, así como el exterminio a lo largo de la historia, los mártires de todo tipo y tantos otros casos, se ven teñidos por dos cualidades que hoy por hoy parecen no existir; el honor y la inocencia. La cultura post-moderna se jacta de ser lo suficientemente evolucionada como para descreer de esa vieja mentira que era el Honor, y la disfrazan de valores (es un buen tipo, es un hijo de puta); a su vez, se cree lo suficientemente corrompida como para no valerse la inocencia, valor que solamente es admirado en niños de cada vez más escasa edad.

Irónicamente, vemos estos titulares en todos los diarios del mundo. Especialmente la inocencia, que parece ser un valor que solamente se expresa post-mortem en la mayoría de los casos; tal accidente generó tantas víctimas inocentes, tal villano aniquiló la vida de tantos inocentes. O quizás, la manera más fría en que la sangre circula sea con el fino arte de la estadística: tantísimos inocentes mueren de hambre por año, tantos otros inocentes mueren con una esperanza de vida demasiado baja.

Sin embargo, no encuentro redactor que exprese comunmente que una persona es inocente, como si fueran valores de descarte, que se ponen sobre el cadáver o el condenado como una medalla de honor.

Ahora, respecto al honor, es una cuestión más silenciosa, pero no por eso menos siniestra. Los héroes de la historia, que al parecer son muchísimos, son siempre honorables, aunque no se denoste gráficamente esta cualidad. Siempre salen a relucir virtudes y valores que el héroe tenía y ejercía en vida, dando gala de un hombre superior que vivió en su tiempo para colaborar con la gran escalera del proceso, en mayor o menor medida.

Una realidad nos surge al redactar este artículo; la inocencia es una cualidad que ningún hombre posee, ya que solamente pueden tenerla vegetales, animales y cadáveres. Ningún hombre es inocente desde el momento en que empieza a hacer decisiones en su vida; puede que ignore las razones por las cuales su vida va a terminar de una manera más o menos rápida, pero esto no lo hace ni inocente ni estúpido, simplemente le da el escudo de la no-sapiencia.

El honor, por el otro lado, es una cualidad facetada que todos aceptamos y que forma parte de los grandes sistemas del mundo solo representativamente; si creemos en los héroes, tenemos debidamente que creer en la fantasía, pues al no existir hombres inocentes, tampoco deberían existir los héroes. Si aceptamos las versiones de la historia que nos llegan, hemos de creer en esa nebulosa comunitaria que el patrimonio de la historia humana, o debemos sumirnos en la más negra de las dudas respecto a si Urquiza era realmente adicto al Opio, o Anastacia terminó como Mujer Barbuda en el circo de Moscú. No existe realidad comprobable para el que no puede creer en la historia humana, rellenada siempre con el enduído de la inventiva y la fantasía.

Queridos amigos, los dejo nuevamente con estas reflexiones. Ah, y ni se les ocurra acercarse a la Nicotina.

miércoles, 4 de enero de 2012

Sobre la Historieta I

Siempre que vivencio la historieta, esto es, en mi día a día, ya sea por consultar a mi biblioteca, leer algo vía internet o comprarme algo nuevo, además de leer algo respecto al tema por gente relativamente informada del medio, me encuentro analizando y pensando en las ironías que implica este género artístico. Ahora, tres años después de haber empezado a escribir seriamente sobre el medio y de haber trabado amistad con infinitas mentes que pueblan sus foros, creo que puedo arriesgarme a hacer un análisis parcializado más completo del fenómeno historieta.

Primero que nada, me gustaría sentar una base común, que vendría a ser el eje del texto; la historieta no es tomada lo suficiente en serio, o no tiene la calidad suficiente como para exceder algunas páginas de diarios; me gustaría refutar esto, y me gustaría citar dos ejemplos que me son aprehensibles y gracias a los cuales esta nota ha salido de la nada.

El que debo citar en primer lugar es al periodista Andrés Valenzuela, cuya existencia había quedado a las sombras de mi telescopio y fue revelada hace poco. En su trabajo de campo en su página web Cuadritos (http//avcomics.wordpress.com/), él se autoproclama como un periodista de gran vertiente cultural, específicamente en el campo de la historieta. Quien quiera leer sus contenidos, acertadamente acotados y abundantes en fuentes informativas, encontrará en su trabajo algo digno que el medio necesita desesperadamente. No por nada él cita al ya conocido Andrés Accorsi, quien fuera quizás el único del medio en meterse con las historietas, o quizás el único en moverse lo suficiente para conseguir la información que está al alcance de la mano. Es sabido por cualquiera con vocación investigativa; exceptuando que seas amarillista, muy pocos se niegan a contestar tus preguntas.

Lo que encontramos acá es un producto de nuestros tiempos. El periodismo de historietas, o respecto a las historietas, es un invento tan viejo como la historietas mismas; aunque quizá su auge comenzó en los últimos cuarenta años, cuando el gran pasaje de las historietas empezó a tornarse un asunto de mayores; o quizá más atrás todavía, en los épicos cimientos de nuestra historieta local. Igualmente, no puede evitar venírseme a la cabeza una cita de Frank Zappa, cuando decía que el periodismo del rock era “gente que no sabía cómo escribir, preguntándoles cosas a gente que no sabía cómo hablar, para gente que no sabía cómo leer”. Como en todo ambiente minimalista o círculo reducido, nos encontramos con varios de estos casos en todos lados, donde la frase de zappa, si bien extremista en cierto punto, se cumple con renuencia.

Como decía, encontramos un producto de nuestros tiempos, desde el punto en que la implementación tecnológica (en gran colaboración con las TICs, ese monstruo que reina y ruge hoy por hoy) ha facilitado drásticamente la difusión y creación de todo contenido intelectual y/o artístico. Es bien sabido que cualquier pibe con un marcado interés por el dibujo, el suficiente tiempo libre y una computadora con internet hacen a un dibujante. Si ese dibujante es mediocre o excelso no importa; lo importante es que es un dibujante.

Decía Dolina en su Libro del Fantasma que no admiramos los textos antiguos porque hayan sido los mejores de su época, o por cualquier otro factor; simplemente los admiramos por haber sobrevivido a dos, tres o más milenios de desgaste. Es conocido que la novena parte de los textos antiguos se “perdieron en la historia” (como si la historia fuera un terreno baldío, o un océano). Entonces, el hombre moderno admira a los textos por habernos llegado, por habernos sobrevivido, por habernos ayudado a comprender un poco al hombre de antes.

Podemos arriesgar una comparación con esta hipótesis de Dolina; las historietas de antes no son admiradas o criticadas por haber sido lo que son; hoy por hoy, son lo que nos ha quedado de una época en la que no cualquiera llegaba a ese estrato tan reducido del entretenimiento. No necesariamente había que ser un Ditko para hacer historietas, pero es lo que ha quedado, y por eso son recordadas, por eso han quedado en la imprenta y son las referencias de las que el lector o fabricante moderno de historietas debe servirse.

Recuerdo una anécdota que Accorsi y Varela narraban respecto a Robin Wood; el hecho de que él hubiese estado alejado de la vida editorial, y que hubiese escrito los guiones por gusto; inclusive haberse enterado de que estaba siendo publicado por encontrar una revista en la calle, ni siquiera por haberse puesto en contacto con la editorial correspondiente. De esta manera, podemos deducir que un gran número de RobinWoodsesexistieron y existen hoy día ahí afuera, perdiendo sus historias, sus personajes y sus dibujos en la marea de información.

Pero hoy por hoy, Robin Wood encontraría mucho más sencillo enterarse si está siendo publicado o no; inclusive el material, la edición y toda esa tarea necesaria para llevar una idea al papel y empezar a publicar se ha facilitado enormemente. Desde la era del fanzine fotocopiado (citando únicamente a la ya legendaria Catzole) para adelante, hay muchas maneras de empezar a producir en masa y barato.

Ahí entra el purista de derecha, que se amputó la zurda con cierto vicio, denostando que “mucha cantidad implica poca calidad”, lo cual es una aproximación arriesgada y más bien hermética. La práctica hace al maestro, y no existe sino un sinnúmero de historietas que ven la luz, inclusive sin necesitar el papel, en forma de webcomics.

Aquí entra mi segundo gatillo, esto es, la segunda persona que me dio la pauta para escribir este texto; Podetti, con una de sus últimas historietas (http://latomboladelaalegria.blogspot.com/2012/01/entren-al-siniestro-tunel-de-la.html) respecto a la repetición y la falta de originalidad en la historieta. Y hete aquí que encuentro con Podetti varios puntos de correspondencia, ya que leyendo tanto con tanto material a la orden del día o al alcance del click, no puedo hacer más que felicitarlo por la sátira-palazo que hizo en esa historieta.

Los géneros se repiten, los personajes son acartonados, la vanguardia avanza muy lento, la originalidad o la genialidad (que no son lo mismo, aunque yendo de la mano conforman la excelencia) es una fruta muy rara de encontrar. Y es que, como Hollywood tocó fondo hace unos cuantos años atrás y tuvo que recurrir a superhéroes y literatura para salir un poco de la bosta pochoclera, la historieta, mal que nos pese, está sufriendo un poco ese tinte también.

Guarda, querido lector, que no panda el cúnico; no creemos en los extremos o los monocromos, siempre en los grises. Donde existe mucha mediocridad hay excelencia, y donde abunda la excelencia, también tiene su cabida la mediocridad.

Hagamos un breve repaso por la historieta local, aunque a este punto de la nota empiezo a creer que este hilado de pensamientos se ha tornado demasiado extenso y malescrito, además de que probablemente necesitara un espacio más grande y no éste, acotado espacio virtual.

A lo largo de la historia de la historieta podemos ver, en nuestras pampas, que los grandes cambios siempre fueron reacción a algo. Sin contar con la generación de charqui y champán barato de historietas de Dante Quinterno para atrás, podemos ver que el primer cambio y la primera excelencia argentina vienen de la mano de Oesterheld, que era un cambio en todo sentido, un corso a contramano. Cambió no solo la historieta, sino que las políticas editoriales, los derechos de los autores y tonelada de cosas que han pasado. Como me gustaría citar a dos grandes de esa época, es imposible no verlo al Viejo, a Alberto Breccia, quien empezó en la historieta de una manera mas o menos regular (nada es regular en Breccia) y luego incorporó muchísimas cosas que quebraron en dos la estructura misma de la historieta.

Así que tenemos una historieta revolucionada. Llega la dictadura, los grandes se mueren o se exilian, y quedan un atado de intelectuales en contra del fascismo por estas tierras, con las mismas ganas que le daba el darse la mano por debajo de la tierra; llegan los ochenta, y como reacción a los ídolos muertos y a la represión, salen muchísimas cosas bellísimas, como la primera Fierro de la mano de Sasturain. No voy a citar gente porque se me haría demasiado largo.

Después de la dictadura, se vuelve a morir gente, se vuelven a ir (ellos o las ideas, que es lo mismo) y tenemos el boom del Fanzine, las primeras convenciones de historietas, Accorsi fundando Comiqueando y todo el bochorno de sentirse hermano en una comunidad que resulta no ser tan chica como parece. Leer historietas sigue siendo tabú, pero por lo menos tenés esa tradición recién fundada de hacer la tuya propia, como quieras.

Y después… se sigue muriendo gente, se siguen yendo las ideas o la gente, ¿y qué? No veo la reacción por ningún lado. Veo cosas copadas, pero no veo una reacción importante a nivel local.

Como conclusión apresurada, querido lector, puedo decirle mis posibles hipótesis;

Somos un pueblo educado para hacer héroes a los Maestros gracias a los libros de Historia que santificaban a gente como San Martín, Sarmiento y Belgrano, metiéndolos en el mismo saco. Con ese proceso seleccionador, nos gusta meter a los Maestros de un género, sostenerlos y enterrarlos con gran pompa, que si bien la merecen, exageramos por nosotros mismos, no por ellos. Los homenajes a géneros y Maestros enterrados hace mucho no hacen más que posponer la decadencia ideológica-estética.

Somos un pueblo que también parece funcionar bien bajo presión, porque si se sigue la cadena de reacciones que me gustó señalar más arriba, lo más nutrido de nuestros contenidos siempre sale bajo presión, ya sea de un grado mayor o menor, más o menos peligroso. De esta premisa puedo concluír que el historietista (que es a la vez, intelectual y artista) Argentino no puede generar en otro lugar que no sea una línea de producción Fordeana en tiempos de paz, ya sea política, ideológica o artísticamente.

Siguiendo con la línea de “somos un pueblo”, también tenemos la mala costumbre todavía pegada de pormenorizar, discriminar e infantilizar la Historieta, bastardeando lo que es la mejor punta de lanza para la queja, para el trabajo de la sesera o el estímulo del artista interior. Muchísimos argentinos te ven raro cuando pelás un Perramus en el colectivo y he conocido (lo que me resulta triste, en cierto sentido) historietistas que desmerecen su trabajo, o gente que desea ser historietista y desmerece sus ganas, como si fuese un hobbie, una manera de vivir sin tener que trabajar o algo similar, cuando no ven que la historieta misma es un trabajo, que lleva tiempo y esfuerzo y que reporta muchísimos beneficios a largo plazo. Es un medio jodido pero no imposible.

No puedo más que terminar esta nota apresurada con un gran agradecimiento a todos ustedes, los lectores que hacen, leen o ven historietas. Probablemente volveré a abordar el tema, pero necesitaba moverme un poco en el cráneo, y esta nota me ha servido en demasía.

Por favor, cuidado con la nicotina, y abandone el aula por las entradas señaladas. Nos leemos.