miércoles, 4 de enero de 2012

Sobre la Historieta I

Siempre que vivencio la historieta, esto es, en mi día a día, ya sea por consultar a mi biblioteca, leer algo vía internet o comprarme algo nuevo, además de leer algo respecto al tema por gente relativamente informada del medio, me encuentro analizando y pensando en las ironías que implica este género artístico. Ahora, tres años después de haber empezado a escribir seriamente sobre el medio y de haber trabado amistad con infinitas mentes que pueblan sus foros, creo que puedo arriesgarme a hacer un análisis parcializado más completo del fenómeno historieta.

Primero que nada, me gustaría sentar una base común, que vendría a ser el eje del texto; la historieta no es tomada lo suficiente en serio, o no tiene la calidad suficiente como para exceder algunas páginas de diarios; me gustaría refutar esto, y me gustaría citar dos ejemplos que me son aprehensibles y gracias a los cuales esta nota ha salido de la nada.

El que debo citar en primer lugar es al periodista Andrés Valenzuela, cuya existencia había quedado a las sombras de mi telescopio y fue revelada hace poco. En su trabajo de campo en su página web Cuadritos (http//avcomics.wordpress.com/), él se autoproclama como un periodista de gran vertiente cultural, específicamente en el campo de la historieta. Quien quiera leer sus contenidos, acertadamente acotados y abundantes en fuentes informativas, encontrará en su trabajo algo digno que el medio necesita desesperadamente. No por nada él cita al ya conocido Andrés Accorsi, quien fuera quizás el único del medio en meterse con las historietas, o quizás el único en moverse lo suficiente para conseguir la información que está al alcance de la mano. Es sabido por cualquiera con vocación investigativa; exceptuando que seas amarillista, muy pocos se niegan a contestar tus preguntas.

Lo que encontramos acá es un producto de nuestros tiempos. El periodismo de historietas, o respecto a las historietas, es un invento tan viejo como la historietas mismas; aunque quizá su auge comenzó en los últimos cuarenta años, cuando el gran pasaje de las historietas empezó a tornarse un asunto de mayores; o quizá más atrás todavía, en los épicos cimientos de nuestra historieta local. Igualmente, no puede evitar venírseme a la cabeza una cita de Frank Zappa, cuando decía que el periodismo del rock era “gente que no sabía cómo escribir, preguntándoles cosas a gente que no sabía cómo hablar, para gente que no sabía cómo leer”. Como en todo ambiente minimalista o círculo reducido, nos encontramos con varios de estos casos en todos lados, donde la frase de zappa, si bien extremista en cierto punto, se cumple con renuencia.

Como decía, encontramos un producto de nuestros tiempos, desde el punto en que la implementación tecnológica (en gran colaboración con las TICs, ese monstruo que reina y ruge hoy por hoy) ha facilitado drásticamente la difusión y creación de todo contenido intelectual y/o artístico. Es bien sabido que cualquier pibe con un marcado interés por el dibujo, el suficiente tiempo libre y una computadora con internet hacen a un dibujante. Si ese dibujante es mediocre o excelso no importa; lo importante es que es un dibujante.

Decía Dolina en su Libro del Fantasma que no admiramos los textos antiguos porque hayan sido los mejores de su época, o por cualquier otro factor; simplemente los admiramos por haber sobrevivido a dos, tres o más milenios de desgaste. Es conocido que la novena parte de los textos antiguos se “perdieron en la historia” (como si la historia fuera un terreno baldío, o un océano). Entonces, el hombre moderno admira a los textos por habernos llegado, por habernos sobrevivido, por habernos ayudado a comprender un poco al hombre de antes.

Podemos arriesgar una comparación con esta hipótesis de Dolina; las historietas de antes no son admiradas o criticadas por haber sido lo que son; hoy por hoy, son lo que nos ha quedado de una época en la que no cualquiera llegaba a ese estrato tan reducido del entretenimiento. No necesariamente había que ser un Ditko para hacer historietas, pero es lo que ha quedado, y por eso son recordadas, por eso han quedado en la imprenta y son las referencias de las que el lector o fabricante moderno de historietas debe servirse.

Recuerdo una anécdota que Accorsi y Varela narraban respecto a Robin Wood; el hecho de que él hubiese estado alejado de la vida editorial, y que hubiese escrito los guiones por gusto; inclusive haberse enterado de que estaba siendo publicado por encontrar una revista en la calle, ni siquiera por haberse puesto en contacto con la editorial correspondiente. De esta manera, podemos deducir que un gran número de RobinWoodsesexistieron y existen hoy día ahí afuera, perdiendo sus historias, sus personajes y sus dibujos en la marea de información.

Pero hoy por hoy, Robin Wood encontraría mucho más sencillo enterarse si está siendo publicado o no; inclusive el material, la edición y toda esa tarea necesaria para llevar una idea al papel y empezar a publicar se ha facilitado enormemente. Desde la era del fanzine fotocopiado (citando únicamente a la ya legendaria Catzole) para adelante, hay muchas maneras de empezar a producir en masa y barato.

Ahí entra el purista de derecha, que se amputó la zurda con cierto vicio, denostando que “mucha cantidad implica poca calidad”, lo cual es una aproximación arriesgada y más bien hermética. La práctica hace al maestro, y no existe sino un sinnúmero de historietas que ven la luz, inclusive sin necesitar el papel, en forma de webcomics.

Aquí entra mi segundo gatillo, esto es, la segunda persona que me dio la pauta para escribir este texto; Podetti, con una de sus últimas historietas (http://latomboladelaalegria.blogspot.com/2012/01/entren-al-siniestro-tunel-de-la.html) respecto a la repetición y la falta de originalidad en la historieta. Y hete aquí que encuentro con Podetti varios puntos de correspondencia, ya que leyendo tanto con tanto material a la orden del día o al alcance del click, no puedo hacer más que felicitarlo por la sátira-palazo que hizo en esa historieta.

Los géneros se repiten, los personajes son acartonados, la vanguardia avanza muy lento, la originalidad o la genialidad (que no son lo mismo, aunque yendo de la mano conforman la excelencia) es una fruta muy rara de encontrar. Y es que, como Hollywood tocó fondo hace unos cuantos años atrás y tuvo que recurrir a superhéroes y literatura para salir un poco de la bosta pochoclera, la historieta, mal que nos pese, está sufriendo un poco ese tinte también.

Guarda, querido lector, que no panda el cúnico; no creemos en los extremos o los monocromos, siempre en los grises. Donde existe mucha mediocridad hay excelencia, y donde abunda la excelencia, también tiene su cabida la mediocridad.

Hagamos un breve repaso por la historieta local, aunque a este punto de la nota empiezo a creer que este hilado de pensamientos se ha tornado demasiado extenso y malescrito, además de que probablemente necesitara un espacio más grande y no éste, acotado espacio virtual.

A lo largo de la historia de la historieta podemos ver, en nuestras pampas, que los grandes cambios siempre fueron reacción a algo. Sin contar con la generación de charqui y champán barato de historietas de Dante Quinterno para atrás, podemos ver que el primer cambio y la primera excelencia argentina vienen de la mano de Oesterheld, que era un cambio en todo sentido, un corso a contramano. Cambió no solo la historieta, sino que las políticas editoriales, los derechos de los autores y tonelada de cosas que han pasado. Como me gustaría citar a dos grandes de esa época, es imposible no verlo al Viejo, a Alberto Breccia, quien empezó en la historieta de una manera mas o menos regular (nada es regular en Breccia) y luego incorporó muchísimas cosas que quebraron en dos la estructura misma de la historieta.

Así que tenemos una historieta revolucionada. Llega la dictadura, los grandes se mueren o se exilian, y quedan un atado de intelectuales en contra del fascismo por estas tierras, con las mismas ganas que le daba el darse la mano por debajo de la tierra; llegan los ochenta, y como reacción a los ídolos muertos y a la represión, salen muchísimas cosas bellísimas, como la primera Fierro de la mano de Sasturain. No voy a citar gente porque se me haría demasiado largo.

Después de la dictadura, se vuelve a morir gente, se vuelven a ir (ellos o las ideas, que es lo mismo) y tenemos el boom del Fanzine, las primeras convenciones de historietas, Accorsi fundando Comiqueando y todo el bochorno de sentirse hermano en una comunidad que resulta no ser tan chica como parece. Leer historietas sigue siendo tabú, pero por lo menos tenés esa tradición recién fundada de hacer la tuya propia, como quieras.

Y después… se sigue muriendo gente, se siguen yendo las ideas o la gente, ¿y qué? No veo la reacción por ningún lado. Veo cosas copadas, pero no veo una reacción importante a nivel local.

Como conclusión apresurada, querido lector, puedo decirle mis posibles hipótesis;

Somos un pueblo educado para hacer héroes a los Maestros gracias a los libros de Historia que santificaban a gente como San Martín, Sarmiento y Belgrano, metiéndolos en el mismo saco. Con ese proceso seleccionador, nos gusta meter a los Maestros de un género, sostenerlos y enterrarlos con gran pompa, que si bien la merecen, exageramos por nosotros mismos, no por ellos. Los homenajes a géneros y Maestros enterrados hace mucho no hacen más que posponer la decadencia ideológica-estética.

Somos un pueblo que también parece funcionar bien bajo presión, porque si se sigue la cadena de reacciones que me gustó señalar más arriba, lo más nutrido de nuestros contenidos siempre sale bajo presión, ya sea de un grado mayor o menor, más o menos peligroso. De esta premisa puedo concluír que el historietista (que es a la vez, intelectual y artista) Argentino no puede generar en otro lugar que no sea una línea de producción Fordeana en tiempos de paz, ya sea política, ideológica o artísticamente.

Siguiendo con la línea de “somos un pueblo”, también tenemos la mala costumbre todavía pegada de pormenorizar, discriminar e infantilizar la Historieta, bastardeando lo que es la mejor punta de lanza para la queja, para el trabajo de la sesera o el estímulo del artista interior. Muchísimos argentinos te ven raro cuando pelás un Perramus en el colectivo y he conocido (lo que me resulta triste, en cierto sentido) historietistas que desmerecen su trabajo, o gente que desea ser historietista y desmerece sus ganas, como si fuese un hobbie, una manera de vivir sin tener que trabajar o algo similar, cuando no ven que la historieta misma es un trabajo, que lleva tiempo y esfuerzo y que reporta muchísimos beneficios a largo plazo. Es un medio jodido pero no imposible.

No puedo más que terminar esta nota apresurada con un gran agradecimiento a todos ustedes, los lectores que hacen, leen o ven historietas. Probablemente volveré a abordar el tema, pero necesitaba moverme un poco en el cráneo, y esta nota me ha servido en demasía.

Por favor, cuidado con la nicotina, y abandone el aula por las entradas señaladas. Nos leemos.

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