lunes, 30 de enero de 2012

Subvencionando la Fantasía

Sucede con frecuencia que cuando uno comienza a tomarse en serio cualquier campo intelectual, práctica o materia, o quizás ciencia, encuéntrase uno con las opiniones más enfrentadas y encontradas respecto a la manera de ver esta ciencia, campo o materia; sean o no adversas las maneras de reaccionar, siempre nos vamos a encontrar con esta clase de prejuicios y siempre nos vamos a ver envueltos en algunas discusiones y unos cuantos debates para probar que la ciencia, materia o campo es, en sí, valedero, y no realmente un frasco de inutilidad como muchos argumentan.

Esto sucede con mayor frecuencia mientras nos aproximamos a las llamadas Ciencias Humanísticas. Como filósofo (con f minúscula) y estudiante de varias de ellas, he llegado a encontrarme con las opiniones más enfrentadas respecto a lo que uno hace, dice o estudia, lo cual es bastante triste si nos ponemos a analizarlo; pero analizar el fanatismo y el prejuicio es una pérdida de tiempo en la gran mayoría de sus casos.

Dejemos de lado, para comenzar, a las opiniones fundadas en el fanatismo y el prejuicio, o quizás la opinión no demasiado objetiva; estas opiniones, estas sugestiones y estas ponencias están vacías de verdadera crítica, cuando más están diseñadas para dañar la integridad moral y la estima que se le tiene a la ciencia (también podríamos decir reputación) que para poder lograr un cambio productivo. Como toda violencia, es energía estéril que va en un solo sentido, buscando demoler sin construír nada de los restos.

Por el otro lado, lo que realmente alarma son las opiniones que realmente están basadas o fundadas en una arquitectura de la opinión, pero también hay que sospechar la fundación de estas opiniones, pues uno puede ordenar y adornar hermosamente las más pretensiosas palabras, haciendo una buena excusa de argumentación cuando la piedra fundacional sigue siendo el prejuicio.

Creo que es al pedo aclarar, como hice más arriba, que la opinión o la crítica basada en el prejuicio es una manera densa y torpe de opinar, sin reales bases ni tampoco con realización en la opinión. Una opinión puede cumplir dos funciones; ser un estímulo, un estigma de la realidad dentro de nuestros propios sistemas, que nos ayudan a comportarnos de una determinada manera frente al orígen de esa opinión; o enfrentarse a otras opiniones para la crítica constructiva, el consenso grupal o la construcción comunal.

La Filosofía, por el lado de la critica destructiva y sin olor, es vista por la masa sin construcción como una ciencia de excusas consecutivas, donde la propia construcción del pensamiento no vale la pena ni siquiera para poder construír nuestro propio mundo; son éstos herederos del llamado "conocimiento práctico", enseñándonos a nosotros, filósofos, que el mundo no está hecho para los etéreos, y que el mundo moderno mucho menos que antes; que vale mucho más saber cómo hacer fuego que porqué existe el fuego, y que siempre triunfará con orgullo la ciencia de la tecnocracia por sobre la ciencia del pensamiento. Es horroroso encontrarse con ese panorama, pero ahí está, esperando para encontrarnos cuando podemos y cuando queremos encontrarnos con él.

Es triste. Generalmente, el Filósofo (todo ser humano tiene el potencial para ser Filósofo, como todo estudiante de Filosofía, que comienza a ejercitar el pensamiento vivo, es un filósofo en mayor o menor medida) se exhibe como tal ante la sociedad, e inclusive en sociedades tan abiertas y no tan ásperas como la nuestra recibimos un trato como de locos mansos, como de pasivos que se la pasan estudiando, leyendo y pensando materialidad inútil, sin hacer realmente nada bueno con la vida que se nos ha otorgado. Es triste, porque el consentimiento que nos dan es el mismo que se le da a un niño pequeño cuando se ha atado bien los cordones, o la palmada en la cabeza que se le da a una mascota como cariño. Y genera un poco de indignación ser mirado por sobre la cabeza, cual mascota.

Hay que tener presentes una cosa, que muy pocos dimensionan; las actividades como ésta, como cualquier actividad a la que uno se dedique, no son cosas para mirar por abajo, o para menospreciar. Como bien dijo un Maestro mío, hace bastante tiempo ya, "si yo hago una cosa para mi vida, le estoy dando mi vida entera, el tiempo que tengo. El día de mañana, cuando sea más grande, voy a pensar "mierda, le entregué mi vida a esto? Tan mal lo hice que entregué mi vida por sectores, o entregué mi vida entera y no fue suficiente?" así uno puede mesurar un poco mejor su esfuerzo. Si vos le estás dando toda tu vida a una actividad, un estudio o algo que te guste hacer, entonces podés exigirte lo suficiente. Te va la vida en ello"

Volviendo a lo que nos compete; hablando de esto con una de mis mejores amigas, una periodista, coincidimos en un pensamiento único y más alarmante; el menospreciar la ciencia de pensar revela, justamente, la incapacidad de un pueblo (o lo que es más atroz, una generación) de reconocer la necesidad de pensar. Adoctrinados a ser herramientas vivientes por nuestro némesis conjunto, La Máquina, solo cuenta el aquí, el ahora y lo tangible, sin darle a los seres humanos las dimensiones que tanto hacen falta. Y en el proceso se pierde gran parte de, justamente, el humanismo; los picos de stress, las afecciones mentales diversas, las reacciones hiperviolentas hacia un determinado estrato social, la falta de visión periférica y la carencia de análisis hacen a una generación sin real futuro, pues el futuro no existe para alguien basado en el presente. No existe el futuro para la gente que consume, vive, come, ama y muere hoy. Solo existe el presente, y si mi presente es lo suficientemente lindo, no tiene porqué importarme el futuro.

Claro que es un pensamiento alarmante, claro que lo es. Es una de las revelaciones más horribles que existen, porque es vivenciar y darse cuenta de que, a pesar de la amplitud de recursos con la que contamos, pocos son los que pueden realmente hacer el canje bueno, considerando el futuro y no simplemente el presente.

Una cuestión aún más terrorífica despierta; el hecho de que La Máquina, consciente de ello, haya decidido dejar las ciencias humanísticas operantes tiene un sentido y uno solo; la eliminación sistemática de estas ciencias, por el olvido y el consenso común de que, justamente, la materialidad y practicidad son preponderantes del pensamiento. Es mucho más fácil vivir de rodillas que morir de pie, y es por eso que nos subvencionan la fantasía de creernos pensantes, cuerdos y conscientes, dándonos entornos seguros y pagos donde el academicismo se pudre en las bibliotecas y el pensamiento queda almacenado, estéril, en las facultades. La Máquina conoce que la represión o la eliminación directa haría que la ciencia del pensamiento vuelva a surgir; siempre se busca lo que se desconoce y siempre se redescubre lo que estaba olvidado. Lo más angustiante es darse cuenta de que, justamente, es La Máquina la que tiene visión del futuro, y no las generaciones de fábrica.

Los dejo con estas reflexiones, no alegres pero quizá un poco más espabilantes, y les repito que se alejen de la Nicotina. Muchas gracias.

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