miércoles, 15 de agosto de 2012

Celuloide





El ambiente de la convención, las retrocharlas con gente amena, el humo del cigarrillo y las pocas horas de sueño volvieron a picar un poco en mí el hambre de hacer una reseña; y es que no se puede matar el perro que llevamos adentro tan fácil.

Así que como este blog termina siendo un depósito de cadáveres, tiremos uno más con una breve reseña de Días Negros, un conglomerado coqueto que presentó el todavía calentito sello editorial Dead Pop en la pasada Crack Bang Boom.

Soy de aquellas personas a las que les gusta observar en detalle. Primero que nada, la presentación sobria, sencilla pero no por eso carente de una estética ordenada destinada a provocar algo. Me gusta pensar que los autores (editores, diseñadores, ilustradores, guionistas) arman una publicación pensando en todo detalle, en que cada mínimo elemento va a despertar el chispazo nostálgico en la cabeza. Y es así; Días Negros es liviano al tacto pero denso en su contenido, como una estrella enana en cierto sentido. No pesa la lectura ni tampoco la estructura; pesa en cantidad de contenido, en complejidad, en simbolismos.

Los márgenes manchados de negro en las contratapas; los ojos negros de la calavera emblemática de la editorial, la fuente sencilla que parece dibujada con el humo de un cigarrillo. Y es que si tengo que resumir Días Negros en tres o cuatro elementos, diría cigarrillos, lluvia y the cure. O quizás también humo. Sí, el humo es parte importante.

Muchos de los artistas que se estrellan contra el papel me eran desconocidos. Claro, conocía el trabajo de Berliac y Damián Conelly gracias a su destellante Devil Got my Woman, una oda al blues y al sur que parece gustar tanto. Pero aquí, en Días Negros y en la mítica y misteriosa Winchester, la ciudad que nuclea tantos hilos argumentales de tantos personajes, Conelly deja de reseñar hechos reales y se mete de lleno en su propia psique. Es sereno y suave, intrigante y con algunos cadáveres mal sepultados. Pero se puede entrar y salir sin problemas, al momento en que uno se sumerge.

La primera historia, con una ilustración coronándolo todo y los ojos de un personaje que perforan al lector en cada instante de lectura, es el preámbulo perfecto al resto de la obra. Nos menciona sin quererlo elementos que se van a repetir y que van a continuar Días Negros con un ritmo en crescendo que no declina en ningún momento. Una pareja, cigarrillos y frases incompletas que dicen mucho con muy pocas palabras.
Luego te mete un poco más en el mundo negrisáceo de Winchester, con dibujos que recuerdan algo a los años experimentales de Breccia por momentos. Monólogos internos, mecánicos y robóticos, que acompasan cada escena con un martilleo que no frena. Frases que se te clavan en el cerebro por los fantasmas que encierran. "Ellos no tienen sombra", dice en alguna página.

La lluvia corona todo, siempre y en todo momento. Se intuye un pantanal en algún lado, aunque nunca se lo menciona. Se escucha a Nueva Orleans en la música, a pesar de que sea de la mano de los Beach Boys. Se juega con los silencios en los pasos de cada habitación, y las sombras dobles.

Un episodio hermosísimo está coronado por lo incisivo del dibujo, más que nada en las frases depresivas que se transforman en ritual de convocatoria para espectros que quieren vivir más que los vivos. Y como escritor comprendo un poco el "luego, recuérdame". Como escritor y como ser humano.

Peligrosidad. Las vacas se transforman en excusas para mostrar un poco de derrape en una cara que parece tallada a la piedra, y que cae por musas que no buscan irritar la creatividad, sino más bien todo lo contrario.

Una mujer que decide dejarlo todo para meterse de lleno en un solo día, la premisa clásica a la que Conelly le saca un jugo impresionante. También se vislumbran medias sombras, y transformaciones de personajes que transmutan su entorno y se transmutan a sí mismos durante el recorrido de la historia. Lo absurdo de la premisa provoca risa, pero una muerte al amanecer es una imágen tan poéticamente lúgubre, que pocos pueden evocar la mueca con el trazo.

Loris Zigotto, Odyr, Podestá, Berliac, San Juan y Simone. Nada tiene sentido y todo queda orquestado por estos muchachos, junto a las frases enigmáticas y un estilo narrativo que haría retemblar al mismísimo Kubrik, por un motivo muy simple; esta historieta sería lo que haría Hitchcock si hubiese nacido en estas latitudes y por estos años del hampa de la inflación.

Hay una sensación que no me puedo sacar de encima cuando leo Días Negros. Comprenderán; se lee primero deglutiendo, como muerto de hambre, sin importar realmente los detalles. Se relee por detallista, y se vuelve a la lectura ya, ahora sí, por tercera vez, por el placer. Una vez alguien dijo que los libros que son realmente buenos son aquellos a los que volvemos una y otra vez, no por aburrimiento, sino porque siempre se le saca algo nuevo, alguna perlita, alguna esquirla de brillo. Y Días Negros es, ciertamente, un ejemplar que quedará en mi biblioteca para ser tocado con bastante retorno.

La otra sensación que permanece es la de las ganas. Conelly trabaja en un ritmo único, mezclando rapsodias de varios personajes, varias ganas. La misma sensación que me genera la buena poesía, es lo que me genera esta obra. Más que nada, por una razón muy sencilla; Días Negros no cuenta historias completas, cuenta retazos de ellas. Cuenta episodios. Cuenta retratos. Fotografía a Winchester y a su fauna local. Desmiembra sensaciones y sentimentalidades; experiencias sensoriales y sentimentales que quedan atrapadas en una canción, en la lluvia o, simplemente, en el humo del cigarrillo.

Por eso el título. Meterse en Días Negros es como hacer zapping en un cine apoltronado una tarde de domingo lluvioso y gris. Siempre va a dejar con ganas porque el Domingo deja con ganas, la lluvia también. No queremos que la lluvia termine; queremos que continúe, así como queremos que estas historias no terminen, no cesen.

Por eso mismo, espero leer más de Winchester, de sus personajes, de sus idas y vueltas. Espero consumir más de estos muchachos porque, además de trabajar bien, me cagan de gusto.

Los invito a pasearse por su web y acercarse a algún ejemplar, y espero disfruten de la lluvia, las canciones y los cigarrillos tanto como yo. Si es así, esta colección de fotos viejas de una ciudad ficticia los va a cagar de gusto.

http://www.deadpop.com.ar/main/catalogo/dias-negros/

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