lunes, 6 de agosto de 2012

El Caballo que Hablaba

El teléfono comenzó a sonar cerca de las cuatro y media de la mañana. Estaba acostumbrado a dormir poco e interrumpido por mi trabajo, así que el umbral para despertarme no es demasiado alto. Levanté el receptor y la voz excitada desde el otro lado simplemente dijo:

-Acabo de tener uno, lo tengo grabado. ¿Estás despierto? ¿Puedo ir a tu casa?-
-Claro que estoy despierto- dije, todavía somnoliento -Venite enseguida, no me hagas perder más tiempo-

No vivía lejos de mi casa, así que quince minutos luego estaba tocando el timbre de mi departamento. Le hice pasar; la calle, en cualquier momento histórico y en cualquier lugar, no es un buen lugar para las cuatro y media de la mañana. El aspecto era el mismo de siempre; desordenado, vestido a los apurones, con grandes ojeras, una palidez galopante y una mala afeitada, además de un arrebujo de pelos mal peinados.

-Te juro que esta vez es uno bueno, uno de pura plata te digo- dijo, con la excitación todavía vibrándole en los ojos -¡Era excelente!-
-¿Trajiste el archivo?-
-Claro, lo tengo acá- dijo, sacando una unidad de memoria portátil de un pequeño morral negro que llevaba encima.
-Pasá y hacé un poco de café mientras le echo una mirada-

Entramos. Mi casa era un rejunte de desastres, y mi perro, dormidísimo, apenas cabeceó cuando él entró. Lo miró, lo reconoció y siguió durmiendo, envuelto en sábanas. Libros apilados y miles de unidades de memoria sin usar estaban distribuídas por cada rincón de la habitación, junto a ceniceros y vasos vacíos. Él pasó, dejó su abrigo y su morral y se detuvo junto a la cocina, sin saber muy bien que hacer. Estaba claro que ninguno de los dos sabía muy bien cómo manejar los platos sucios.

Se acercó hasta mí, temblando, mientras yo encendía el centro de edición.

-Te juro que esta idea nos va a dar mucha guita- dijo, con la excitación vibrándole en cada fibra de su cuerpo -¡Te lo juro! No es original, pero casi. Es algo que jamás ví en ningún otro lugar. Es una bomba. A los cosacos de Jerzegeer les va a encantar-
-Ponete a lavar los platos y dejame laburar- dije, dormido y con molestia.

Él se puso a lavar la montaña de utensilios sucios de días; yo, mientras tanto, abrí los programas básicos de edición, y luego encedí el compresor principal para poder echarle un vistazo a lo que fuera que podría haber grabado mi amigo. El último archivo en el que estaba trabajando empezó a reproducirse por automatización, y el equipo de audio, instalado en toda la casa, empezó a sonar. Gemidos y ladridos de perros se entremezclaban, y mi amigo se sobresaltó por la cacofonía repentina. Sin mirarlo, le dije:

-No te preocupés, es mi último trabajo. Un ricachón de Pampanga me está pagando para editarle los sueños al hijo; cree que con pornografía zoofílica va a ganar algún dinero, o escarmentar a su hijo. Pobre tipo-

Mi amigo comenzó a reír, mientras los sonidos se difuminaban en una base cada vez más grave; había entrado en la región en crudo, sin edición, y los microprocesadores de la computadora traducían eso como sonido saturado. Cerré el archivo, apagué el equipo de audio y me puse a analizar por arriba lo que mi amigo me había traído. Le oí colocarse a mi lado, mirando en las pantallas lo que hacía.
Miré los extremos; como siempre, nada más que luces y sombras crudas, sin nada de material. Luego, unas cuantas imágenes fragmentadas; un ojo, un picaporte, un pentagrama. Más tarde lo encontré; imágenes secuenciadas, con esquemas de sonidos y una banda encefalográfica completa. Lo reproduje y comencé a mirarlo. La cara de mi amigo comenzaba a desdibujarse; evidentemente no era lo que recordaba. Las imágenes malformadasse repetían, en un loop casi infinito, lleno de espasmos de luces. La pantalla solo mostraba cómo un trozo de carne de un color amarronado se convulsionaba mientras hablaba hacia atrás. Iba tan rápido que no se podía discernir nada de lo que hacía o decía.

-No me digas que no se grabó, o se grabó mal...- comenzó a decir mi amigo, con evidente nota triste.
-¿Hace cuánto que no editamos juntos?- dije, mirándolo por encima de mi hombro -Esto a veces pasa, especialmente con los modelos viejos. ¿Que Onicrom tenés?-
-El mismo de siempre- dijo, con cierta resignación -El Epson 7600. ¿Porqué?-
-A veces pasa que la secuencia inicial es de alta frecuencia, y la actividad eléctrica del cerebro arruina la grabación- dije, y ante la cara de molestia y tristeza de mi amigo me apresuré a decir -Y se graba al revés. No te preocupes, nada está perdido; está grabado, pero acelerado y al revés. -
La esperanza se dibujó un poco dentro de los ojos de mi amigo.
-¿Podés repararlo...? Quiero decir, ¿editarlo?- dijo, tembloroso.
-Tengo justamente un programa que terminé de componer apenas hace una semana. Es un rejunte de reconocedores de patrones y secuencias. Pero demorará un par de horas: podemos desayunar mientras tanto- dije, mientras dejaba que el cebtri de edición comenzara a trabajar solo.
-Perfecto. Tengo un hambre de locos- dijo, y recién entonces noté que tenía la ropa sucia y estaba más flaco que antes.
-Acá no va a poder ser- le dije, mirando a la heladera -No tengo casi nada. Vamos a la panadería de la esquina, está cerca y podemos hablar tranquilos. Además, debe ser lo único que está abierto a esta hora-


La panadería, a las cinco y cuarto de la mañana, estaba prácticamente desierta. Solamente interrumpía el silencio sepulcral de la mañana un noticiero en el único televisor del lugar y un viejo de ajados dedos que hojeaba un diario local. Nos sentamos cerca de un ventanal enorme, que nos dejaba ver el gris plomizo del invierno con todo detalle, pedimos dos cafés y aguardamos. Mi amigo parecía no querer hablar hasta que el café llegara, lo cual por mí estaba bien. Todavía estaba medio dormido y no sabía bien con qué me iba a salir.
Cuando llegó el café, junto con una abundante dotación de medialunas, mi amigo se avalanzo sobre ellas como todo un pordiosero. En realidad, parecía un pordiosero. Con las luces fluorescentes de la panadería notaba, ahora sí, que las señas de abandono que siempre había tenido se habían acentuado hasta la exageración. Mientras yo mojaba tranquilamente una medialuna en el café y comenzaba a masticar, le pregunté, como para iniciar el diálogo:

-Y, ¿te acordás de lo que soñaste?-
Mi amigo me miró unos instantes, tragó un gran bocado y dijo, no sin dejar de comer:
-No demasiado-
-¿Algo?- pregunté, elevando una ceja.
-Bueno, es sobre un caballo. Un caballo que entra en escena, a veces en blanco y negro y a veces en color, diciendo cosas. Se aparecen personajes históricos, generales y populares, y el caballo les responde cosas graciosas.-
-¿Nada más?- pregunté, honestamente
-Hay más- dijo él, excitado -Es solo que no lo recuerdo. Recuerdo que había más cosas, pero eso es lo principal-
-Un caballo parlante...- dije, riéndome un poco -Eso es casi original-
-Por favor, Guillermo, todos saben que la originalidad ya no existe- dijo, alzándose de hombros -Es solo una buena idea que brotará como urticaria en internet, tendrá su época de fama y luego se hundirá en el olvido. Como todo-
-Si, no tienes que recordarme cómo me gano la vida- dije, tomando un trago de café -Así que un caballo que habla... Bueno, será algo más digno de ver, creería-
-Mejor que lo que vengo soñando hace un par de años, diría- dijo, con cierta resignación -Te lo juro. He intentado absolutamente todo. Drogas, estimulantes y cualquier técnica previas y posteriores al sueño. He gastado un dineral en camas de diferentes formas para ver si influenciaba de alguna manera el contenido de mis sueños. Adquirí toneladas de información; música, enciclopedias, cuadros, libros...-
-¡Libros!- dije, casi escupiendo mi café -¿Todavía existe el mercado de libros? Pensé que se había eliminado hace cinco años, tras la invención del Inyectorbent-
-Está desapareciendo, pero todavía no ha desaparecido. Ni desaparecerá, es como querer eliminar el telégrafo, o esas cosas... siempre habrá museos para los libros - dijo, como señalando algo obvio -Además, leí hace poco que unos científicos en Noruega publicaron un estudio en el que, revelaron, los libros estimulan los sueños más que las influencias por Inyectorbent.-
-¿De veras?- dije, frunciendo el ceño, descreyendo en gran parte lo que me estaba diciendo.
-Pues claro. Decían algo de que la palabra impresa impacta al inconsciente de diferente manera a la palabra electrónica, o a la sinapsis artificial. Y es natural; la información se absorbe de diferente manera-
-Si, suena lógico-
-Igualmente, como te venía diciendo- dijo, gesticulando ampliamente -Estuve muy interesado en cualquier forma de estímulo. Fui a convenciones de Oneiromantes, Oneirógrafos y Oneiristas. Todos están llegando a cierta crisis, excepto algunos otros. Obviamente, siempre se habla de la originalidad, y de las maneras en cómo cada uno se transformó en lo que es hoy día, además de una muestra de trabajo propio. Pero, a grandes rasgos, y desde la invención del Inyectorbent, el laburo decreció muchísimo. Es como que la gente no compra cosas nuevas, y busca en las viejas algo que poder meterse en las venas.-
-Si, eso también lo he vivido- dije, apuntando el hecho -Mucha gente me pide ediciones de fimografías viejas, o bandas sonoras con ilustradores específicos a su elección. Es laburo de última, y todo en formato de Inyectorbent; pero pagan buen dinero. Es toda una nueva era. Los sueños de otros parece que ya no interesan-
-Es ese maldito invento- dijo mi amigo, rascándose la cabeza, nervioso -El Inyectorbent. No sé todavía cómo funciona; intenté leer su funcionamiento por lo menos veinte veces y nunca lo terminé de entender. Pero sé lo que hace; imita la sinapsis durante el sueño en cuanto a sensación y emoción, artificialmente hablando, y te planta directamente en el cerebro lo que quieras-
-Lo entendiste mejor que yo, parece- dije, riendome socarronamente -Por lo que yo sé, es una máquina que crea un fluído específico dedicado a estimular neuroreceptores específicos. De esa manera, podés vivir cualquier sensación o emoción sin moverte de tu silla. Por ejemplo, podés ver grandes obras del cine, que hoy solo se muestran en las escuelas, y elegir si vivirla como protagonista o como un espectador, con todo el lujo de detalles. La sangre te salpica la cara, literalmente-
-Ahora entiendo porqué la Niña Muerta de Monroe tuvo tanto éxito el verano pasado- dijo mi amigo, riendo con una sonrisa para nada sana -¿Cuántos pedófilos o necrófilos habrán pagado para poder jugar con una nena muerta en una silla?-
-Sin embargo, dicen que es mejor purgar esas pasiones por Inyectorbent que en la vida real- dije, encogiendo los hombros -Siempre va a ser mejor un acto de ese calibre en la fantasía que en la realidad-
-Si, no sé- dijo mi amigo, tomando un amplio sorbo de café -El arte y el entretenimiento murieron hace mucho. Y ahora está muriendo el arte onírico... no sé qué pasará con nosotros-
-Por favor- dije, apuntándolo -Cuando se crearon los Omicromes, todos los cines cerraron. Nadie quería ver una película cuando podía grabar su propia película, con su propio sueño, editarla y verla más tarde. ¡Era estúpido! La industria cinematográfica intentó sobrevivir vendiendo cartuchos en ese formato, pero no vendieron una mierda y tuvieron que donar los derechos a los patrimonios de la humanidad. Era obvio; ¿para qué volver a ver Casablanca, soñada por un oneiromante, si podías soñarla con el final que vos querías?-
-Si, eso es cierto- dijo mi amigo -Pero recién después de un buen tiempo tuvimos cabida nosotros. Fue cuando cambiaron el formato y se adaptaron a las computadoras, además de dejar de usar esos cartuchos tan toscos que usaban antes. Cuando los equipos fueron lo suficientemente adaptables y abiertos para todos, se empezaron a proyectar y a vender sueños abiertos, nuevos, de otra gente. La gente estaba cansada de soñar siempre lo mismo; quería ver la cabeza de otra gente. Ahí se empezó a mezclar todo; cine, música, arte pictórico, escultura, teatro... todo, en esas hermosas convenciones que no volvieron jamás. Algunos se hicieron la gran guita-
-Claro, como Monroe, De Gaules, Zimmerman. Vos y un puñado de argentinos también, como Deretti-
-Por favor, no me comparés con Deretti- dijo, con un ademán -Él es un puto genio. Yo apenas le llego a los talones-
-¿Pero ganaste o no ganaste tus buenos pesos con eso?- le dije
-Si, es cierto- dijo, riéndose -Pero eso es por haber sido un hijo de puta oportunista, no por genio-
-Bueno, lo que sea. Se hicieron su buena plata, y ahora que se creó el Inyectorbent, se vuelve a la época de recién salidos. La gente necesita recluírse y sentir las cosas que quiere. Ustedes van a terminar como los cineastas; reciclados en editores, publicistas, maquetadores... o cualquier otra cosa-
-Dale, como si vos hubieses sido un Director de cine antes...-
-No, era diseñador gráfico- dije, feliz, recordando otras épocas -Pero los Omicromes cambiaron toda la manera de trabajar. Siempre había laburo, pero cambiaba muy rápido.-
-Bueno, igual quedate tranquilo- me dijo mi amigo, palmeándome la mano -Este caballo que habla nos va a dar mucha plata. Che, ¿vamos a tu departamento? ¿Ya habrá terminado?-
-Si, dale, así me puedo tirar a dormir un rato más. Pedí la cuenta-


Llegamos a casa, y mi amigo se abalanzó sobre la pantalla. Encendí el equipo de audio; debo confesar que estaba un poco curioso por saber qué diablos decía aquel caballo que hablaba. Al final, luego de unos ajustes en los programas de ediciones, pudimos sentarnos a verlo. Estaba muy crudo todavía, pero se lo podía ver: un caballo coloreado junto a un hombre vestido de época (1950 o 60, más o menos), hablando. Había una música muy bella de fondo y el hombre y el caballo sostenían un diálogo en inglés. Una frase específica me gustó mucho, una que particularmente decía el caballo:

"You should never have told me horses sleep standing up, it gave me a mental block."

-Es excelente- dije, sonriéndome. Realmente no se veía ese material por esos días.
-Te dije, te dije- dijo mi amigo, sonriéndose -Este bendito caballo me va a hacer ganar toda la plata que hace años no gano-
-Bueno, hagamos algo- dije, ya cansado -A esto lo tengo que editar. Ponele que va a demorar un mes; hablalo con tu agente y con tu muchacho de prensa, y lo laburamos en la semana, ¿dale?-
-Buenísimo- dijo mi amigo, abrazándome -Menos mal que todavía te tengo a vos-
-Dejá de romper las bolas y andá a tu casa- le dije, riéndome -Que quiero dormir un poco-



La idea daba para bastante, y ya se habían hecho las campañas publicitarias para la fecha de inauguración cuando, una semana antes, recibí la llamada. Era mi amigo que, en el tono más fatigado posible, me dijo:

-Hay que pensarla muy bien, Guillermo, porque la podemos cagar bien cagada-
-¿Qué te pasó?- le pregunté, en genuina duda.
-Es mi agente- dijo, en voz frustrada -Me dijo que eso mismo ya se hizo, y nos pueden acusar de plagio. Una serie de mierda del año del pedo que se llamaba Mister Ed. Si lo disfrazamos y le cambiamos diálogos, puede funcionar. Si no funciona, terminamos cagándonos la reputación los dos-
Me quedé un rato en silencio, con el teléfono en el oído.
-Sos un pelotudo, pero un pelotudo original- le dije -Te termino el trabajo, pero que mi nombre no aparezca-

Accedió, dándome las mil y un gracias. Al mes de la fecha de lanzamiento recibí un sobre anónimo con la paga, y , aproximadamente a los siete meses, mi amigo comenzaba una larga serie de juicios por plagio delante de tribunales internacionales.

Es que uno no le robaba a los patrimonios de la humanidad y salía impune.

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